El exalcalde de Medellín y ex gobernador del departamento de Antioquia, Luiz Pérez, planteó en su columna de opinión “Vamos hacia las guerrillas urbanas” un debate sobre las diferencias reales que existen entre los extremos ideológicos de la política en Colombia y la necesidad de “devolverle a la política el amor, las ideas y la inteligencia competitiva”.
Según el exfuncionario, “los extremos políticos de Colombia, se aman en secreto y se odian en público. Se necesitan. No podrían vivir el uno sin el otro” y eso se nota en cuanto “pareciera que marchantes y Gobierno están identificados pensando primero en las próximas elecciones, así el país quede en cenizas”.
Lo cierto es, que al tiempo que se dan las manifestaciones en el marco del Paro Nacional, la opinión política se ha mantenido bastante activa con respecto a las elecciones de 2022. Petro, por su parte, permanece como la opción de la izquierda con el Pacto Histórico y continúa, aún en soledad, punteando en las distintas encuestas de intención de voto. Un ejemplo de ello es el sondeo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), en el que el senador de la Colombia Humana se lleva el 30,3% de las proyecciones de voto.
Por otro lado, en relación con la derecha la situación se encuentra un poco más fragmentada. En las últimas semanas incluso llegó a hacerse oficial la precandidatura de la senadora María Fernanda Cabal, del Centro democrático, que en entrevista con Kienyke.com aseguró que “el candidato más fácil de derrotar es Petro”.
No obstante, aún no está claro quién puede llegar a ser el candidato o la candidata del uribismo, que entrará a disputar las presidenciales con Petro, Sergio Fajardo y los demás candidatos que vayan siendo definidos.
El paro: la manzana de la discordia
Algo que sí está claro es que el tema de mayor discordia entre las corrientes políticas reside en la actual coyuntura que vive el país por cuenta del Paro nacional. Una situación en la que el exalcalde Pérez considera que, “aunque en la calle están marchando ciudadanos buenos y generosos que protestan por ellos y por todos”, también se están generando dinámicas peligrosas que pueden llegar a “formar guerrillas urbanas con proclamas sociales”.
“La indiferencia del gobierno y la mala preparación de sus negociadores, están dejando institucionalizar la ilegalidad, que se puede convertir en perturbadoras guerrillas urbanas”, afirmó Pérez en su columna.
De acuerdo con el político, para revertir toda esta situación hay que “devolverle a la política el amor, las ideas y la inteligencia competitiva. Se necesitan propuestas serias con más obras y más hechos de Gobierno para recobrar la confianza al pueblo”.
Además, señala, “es imprescindible para salvar a Colombia, erradicar el centralismo con todos sus vicios, y caminar hacia el florecimiento de las autonomías de las regiones”. Algo que ha defendido Pérez desde diferentes espacios de la política.
No obstante, esa salida pacífica está muy lejos de ser realidad y ese “amor en secreto” de los extremos ideológicos que planteó Pérez ahora está volviéndose público. Un ejemplo de ello es el apoyo de Álvaro Uribe Vélez a la alcaldesa Claudia López frente a sus declaraciones sobre la Colombia Humana y su supuesta financiación a los jóvenes de la Primera Línea.
“Con la dotación que les dan dirigentes de Colombia Humana, pinchan, bloquean y secuestran buses, pocos jóvenes radicalizados para hacerles la campaña del caos, la obstrucción y destrucción de Transmilenio y la tranquilidad ciudadana”, fue la declaración inicial de la alcaldesa el pasado lunes.
No obstante, a pesar de las críticas y réplicas de varias bancadas políticas e incluso un comunicado en el que Colombia Humana le exigía rectificar sus declaraciones por ser “irresponsables al poner en riesgo a los miembros de la colectividad”, López finalmente se reafirmó en su punto y volvió a trinar en contra de dicho partido.
Finalmente, mientras todo ello se mueve en la política, los manifestantes permanecen en las calles invitados a “salir (por) la falta de empleo, el hambre, la injusticia, el desamparo, y las puertas cerradas de la democracia y de los partidos políticos”, porque, según expresa Pérez, “los problemas del hambre no se resuelven en la cocina, pero si se expresan en la protesta”.
