Tal vez uno de los más famosos casos en la historia de las ‘fake news’ data de 1938 cuando Orson Welles, en el programa de radio que emitía en la cadena norteamericana CBS, dramatizó en voz propia un fragmento de “Guerra de los mundos”.
Esa noche del 30 de octubre, en Nueva Jersey, muchos no oyeron la introducción del programa que advertía que era un mero relato pero en cambio sí se sintonizaron en la parte donde decía: “Señoras y señores, les presentamos el último boletín de Intercontinental Radio News. Desde Toronto el profesor Morse de la Universidad de McGill informa que ha observado un total de tres explosiones del planeta Marte entre las 7:45 p.m. y las 9:20 p.m.”.
Acto seguido continuó la música de la banda del hotel Park Plaza desde donde supuestamente se generaba la programación del momento. Y periódicamente interrumpía para informar sobre la supuesta invasión marciana.
“Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en una zona rural de Jersey son las vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte…”, decía Carl Phillips, el periodista representado por uno de los actores de la compañía de Welles, Mercury.
Convencidos de que era real, los habitantes de Nueva York y Nueva Jersey salieron en desbandada, los teléfonos de las estaciones de policía y la radio se bloquearon, y las calles de salida de la ciudad colapsaron.
Se calcula que más de 12 millones de personas escucharon el programa cuyo final era la propia muerte del periodista, quien caía víctima de los ataques con gases de los extraterrestres en la azotea de la emisora.
Welles tuvo que pedir perdón a sus oyentes quienes no tardaron en protestar por la broma de Halloween que puso a la ciudad patas arriba, y salvo un par de ejemplos más, los medios de comunicación se protegieron de incidentes así durante décadas.
Las facultades de periodismo enseñan el caso con sus consecuencias y podríamos afirmar que no hay reportero que lo desconozca porque en la entraña de esa historia está la razón original de la responsabilidad y la ética que deben regir las comunicaciones.
Pero el mundo gira demasiado rápido en nuestros días y el afán de seguir el ritmo vertiginoso de las redes sociales pone a prueba la tarea periodística, que en el ciberespacio es practicada por todos los usuarios y en muchos casos aprovechada para hacer daño al enemigo.
Valdría la pena recordar a Welles en estos tiempos de política visceral y hacer un llamado a la calma porque de la redes sociales a la campaña electoral y la plaza pública hay un solo paso peligroso. Y no conocemos sus consecuencias.
