El 7 de agosto de 2018, exactamente dentro de un año, la Casa de Nariño tendrá un nuevo inquilino. Mientras tanto, el presidente Juan Manuel Santos entra a su último año de mandato, envuelto en una baja popularidad del 73% a pesar de los diferentes logros durante su gestión.
Tras siete años el frente del poder ejecutivo, a Santos realizó algo que muchos otros antes de él intentaron, pero ninguno logró: El acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc. Este hecho, que marcará un antes y un después en el país le hizo ser merecedor del Premio Nobel de la Paz de 2016, al igual que de los halagos de la comunidad internacional.
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Pero la paz no ha sido el único tema del que el actual gobierno se siente orgulloso. El aumento en la cobertura de la educación, y el fortalecimiento de la economía, evidenciado en la reducción de la inflación, son algunos de los aspectos que el presidente y su gabinete resaltan.
Sin embargo, el ambiente al interior del país demuestra que los colombianos no están muy contentos con la gestión. Los índices de aceptación y favorabilidad del mandatario están por el suelo, siendo de las más bajas que haya tenido cualquier presidente.
Las razones son varias. Algunas políticas del gobierno Santos no han sido las más populares. Sin ir muy lejos, la reforma tributaria aprobada en el 2016 recibió las críticas de prácticamente todos los sectores. También se encuentra el hecho de objetar la ley que permitía bajar los años de cotización a los pensionados.
A esto se suma la fuerza de la oposición, principalmente el uribismo, que a lo largo de estos años cuestionaron cada una de las políticas del gobierno, principalmente los acuerdos con las Farc, haciendo que el arma más fuerte de Santos también sea su principal argumento en contra.
