Las economías regionales de las zonas más pobres de Argentina profundizan su agroindustria, una estrategia que provoca graves consecuencias ambientales y sociales como producto de la deforestación: inundaciones, epidemias, contaminación, extinción de especies, entre otros.
Argentina está entre los primeros 10 países y comunidades del mundo en producción de alimentos (incluyendo a la Unión Europea), y aproximadamente 60% de sus exportaciones son materias primas. La cosecha de granos y cereales a gran escala, en especial de la soja, así como la exportación de carnes y vinos, son de los pocos sectores competitivos para una nación inmersa en una grave crisis económica.
Pero no todas las provincias del país se ven bendecidas por esta situación, principalmente reservada por su vastos pastizales para la llamada Pampa húmeda. Es por esto que, como ocurre en la Amazonía brasileña, la deforestación de bosques y selvas se ha transformado en una polémica alternativa para los interesados en expandir esas zonas tropicales dedicándolas a la ganadería y la agricultura, con graves consecuencias ambientales y sociales.
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