Esta semana ante la Jurisdicción Especial para la Paz -JEP- ocho exmilitares retirados reconocieron su participación en 49 falsos positivos en el municipio de Dabeiba, Antioquia entre 2002 y 2006 en la diligencia realizada en el Coliseo Municipal Dabelinas donde, por tres días, se desarrolló el acto de reconocimiento en el que las víctimas pudieron escuchar la verdad sobre sus familiares después de años de zozobra.
La práctica de ejecuciones extrajudiciales que se convirtió en política de Estado y que dejó a su paso “carrotanques de sangre” como se narró en las audiencias, y en particular los hechos de Dabeiba, habían sido puestos en tela de juicio y catalogados por el perfil oficial del partido Centro Democrático como ‘fake news’ que, según ellos, afectaban la reparación de las verdaderas víctimas del conflicto, una cachetada directa a todas esas personas del municipio que por años estuvieron esperando una respuesta por sus familiares.
Los relatos en la JEP, escalofriantes y dolorosos, son un recordatorio del pasado al que no queremos ni podemos volver y por el que es importante hacer los mayores esfuerzos por la paz en un país que lleva más de 50 años convirtiendo a los mismos colombianos en el ‘enemigo interno’, y ello implica que el modelo de la seguridad democrática fue un fracaso que solamente dejo vidas perdidas a costa de mantener una sensación de tranquilidad para unos y muchísimo miedo para otros.
Son malos tiempos entonces para un grupo político que hizo de la muerte de inocentes uno de sus pilares y que después de años y años en el poder apenas se da cuenta de las necesidades del pueblo, ese para el que nunca gobernaron. Peor aún, que luego de negar las ejecuciones extrajudiciales, de poner en tela de juicio la labor de la JEP y los testimonios de muchos, ahora su salida es desentenderse del hecho que por años el país reclamo y al que solo le voltearon la mirada con desdén.
Si bien, alguien dio la orden y los militares en diferentes rangos solo fueron quienes ejecutaron los mal llamados falsos positivos, la historia solo recordará que en este país hubo una política que mataba a campesinos y campesinas por sospecha o a jóvenes porque “no estarían recogiendo café”.
El camino ahora solo es el de recomponer las políticas de muerte y seguir en la senda de la seguridad humana, medir el éxito por vidas salvadas y llegar a los territorios con oportunidades para que en un tiempo cobre verdadero sentido aquella parte del himno que dice que ceso la horrible noche.
