El Foro de São Paulo nació en esa ciudad al amparo de la unión del Partido Comunista cubano y del Partido de los Trabajadores (PT) en 1990. Fidel y Lula son sus parteros.
El pasado viernes, el presidente Lula habló en la inauguración del XXVI Congreso que se dio cita en Brasilia y su discurso no pasó desapercibido por varias razones.
Recordó que como operador metalúrgico, y creador de un partido muy joven y pequeño, fue a las presidenciales de 1989 en las que logró pasar a segunda vuelta y asegurar un casi 47%. Cifra nada despreciable en la carrera por llegar al Palacio de la Alvorada que terminó por conquistar Fernando Collor de Mello.
Con la derrota a cuestas, viajó a Cuba y allí, bajo la batuta de Fidel, decidieron que la estrategia de la combinación de todas las formas de lucha debía ahora centrar sus esfuerzos en la vía electoral y no en la lucha armada. La sangrienta guerra de guerrillas sería reemplazada ahora por el socavamiento de la democracia a nombre de la democracia misma tal como el experimento de Allende lo sugería.
Nacía así el Foro de São Paulo como una red trasnacional de movimientos sociales y partidos políticos de izquierda en un contexto mundial donde el comunismo se derrumbaba por el peso innegable de sus propios fracasos y de los millones de muertos que dejaba a su paso. Ante esa realidad inobjetable, el mito debía sobrevivir.
Acto seguido, y de acuerdo con lo anterior, Lula entró al plano de los despropósitos. Dijo que el mejor momento de la historia latinoamericana, en 500 años, fue el período de 2002 a 2015 hasta cuando Dilma enfrentó su proceso de destitución. Entiéndase “mejor” única y exclusivamente porque Castro, Correa, Funes, Morales, Lugo, Arias, Bachelet, Chávez, Torrijos, Kirchner, Humala, Ortega, Mujica, Zelaya y Santos, son de izquierda. “Carnívora” o “vegetariana”; pero, al fin de cuentas de izquierda.
Sin un informe económico a la mano con el que pueda corroborar dicha afirmación y sin poder demostrar que durante esos años la región haya tenido un “boom” como el que precedió Borges en materia literaria. Lula tampoco podría probar que los niveles de alfabetización y de cobertura en salud pública, durante ese período, se hayan reducido a cero con altísimos estándares de calidad.
Y menos, podría decir que en esos años la democracia haya tenido su mayor esplendor porque precisamente sucedió todo lo contrario. Según el “Democracy Index 2016. Revenge of the deplorables” (The Economist), América Latina tuvo un retroceso en su institucionalidad democrática gracias a la oleada populista que se tomó la región precisamente en la época que Lula ha llamado como la mejor en 500 años.
No contento con lo anterior, agregó que a pesar de ser catalogados por la derecha como una organización antidemocrática, él se sentía muy orgulloso de ser comunista. Sin escatimar elogios a Fidel con todo lo que supone su legado criminal y antidemocrático, terminó por desmentir el esfuerzo propagandístico de Gleisi Hoffman, presidente del PT, que buscaba promover al Foro como un espacio democrático.
Horas antes, Lula sostuvo en entrevista a Rádio Gaúcha que la dictadura nicaragüense tiene apenas “un problema con la iglesia” tal como la Venezuela chavista lo tiene con las “narrativas” porque, según él, este país goza de más elecciones que Brasil. Cuando Rodrigo Lopes lo interpeló diciendo que las elecciones no son garantes de democracia, como buen comunista, sentenció: “Conceito de democracia é relativo para você e para mim”.
Tan relativa es la democracia para Lula que no le importó alabar al régimen venezolano, mientras declaraban inelegible por 15 años a María Corina Machado. ¿También sería relativa la condena proferida por el Tribunal Superior Electoral (TSE) contra Jair Messias Bolsonaro?
Para un verdadero demócrata, este régimen político no es un concepto relativo, es una expresión absoluta o plena donde la libertad no puede estar constreñida de manera alguna. Terminaré por reflexionar sobre dos de las más grandes falacias que tozudamente promociona Lula y su Foro:
Primera. “Únicamente comunistas y socialistas son verdaderos demócratas”. Un honrado y medianamente riguroso examen histórico de los regímenes mal llamados progresistas concluiría, sin mayor esfuerzo, que solo son comparables con el nazismo y el fascismo. Demócrata es solo aquel que condena con la misma vehemencia la esencia antidemocrática de un lado como del otro.
Segunda. “El capitalismo solo ha generado pobreza”. El odio a este modo de producción proviene de la incapacidad para generar riqueza; es decir, de crear empresa. Arrogándose el poder económico para el Estado, los nuevos ricos de la clase “progresista” tienen en sus manos los medios que garantizan su enriquecimiento personal como también los recursos para corromper y comprar la servidumbre que sostiene al establecimiento dictatorial. Sin la estatización de la economía les resulta imposible mantener el poder político. En últimas, entre más fuerte y libre sea el mercado, menos probabilidades hay de que el Estado triture las libertades.
Apéndice. En las próximas horas se reunirán en Leticia dos viejos exorcistas procomunistas. Uno, venido de la guerrilla y experto en atribuir sus pecados a quienes odia y, el otro, un arcaico comunista que atraviesa por una segunda adolescencia política de tipo senil. ¡Vaya par de demócratas!
