“Arming against Putin - NATO in the Baltic Sea” es un documental de la DW News que fue lanzado al aire hace un par de días y cuya idea general es que se ha levantado una nueva cortina de hierro con epicentro geopolítico en el Mar Báltico. Sobre este tablero geopolítico, las dos entradas de Rusia son: Kalinigrado y San Petesburgo.
En mayo de 2022, Finlandia y Suecia solicitaron la anexión a la OTAN. Lo que ha venido a resaltar aún más que en esta zona, el poderío militar no esté equilibrado y las maniobras navales conjuntas (ejercicio regulares) sean mensajes de disuasión que se cruzan constantemente entre los diferentes Estados. Mientras el Kremlin usa la OTAN para presentarla como un enemigo para los rusos; la OTAN se ha ido fortaleciendo.
En consecuencia, Putin logró que la histórica neutralidad de Helsinki y Estocolmo fuera abandonada y que la arquitectura institucional de la seguridad europea se modificara drásticamente. Y aunque el proceso con Finlandia haya terminado exitosamente y de manera expedita, con Suecia las cosas no fueron tan fáciles. El ingreso de Suecia a la OTAN encontró en la Turquía de Erdogan un camino difícil de cruzar.
Hace unas semanas se llevó a cabo en Lituania la Cumbre anual de la OTAN donde Erdogan ha dado luz verde para que Suecia ingrese a la alianza. La principal razón es que Suecia se ha comprometido a ser más vigilante en la manera en que diferentes ONG´s terminan por financiar causas terroristas como las del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en suelo turco; con el objeto de monitorear esa situación, ambos países han firmado un acuerdo bilateral que supone la extradición de muchos de sus líderes para que sean procesados en el marco de la justicia turca.
Además, Erdogan se comprometió en Vilna a reunirse con Putin, tal como sucedió hace un par de días, para lograr que el acuerdo de granos demando por Moscú, meses atrás, vuelva a tener vida. A cambio de ello, ha solicitado nuevamente una flota de aviones F-16 cuya aprobación debe pasar por el Congreso estadounidense. Lamentablemente, las conversaciones en Sochi no produjeron mayores avances en este sentido.
Volviendo a la ampliación y fortalecimiento de la OTAN, Zelensky fue a Vilna con el objetivo de presionar a los aliados a fin de que aprobaran su ingreso a la alianza trasatlántica. Sobre el particular, John J Mearsheimer ha escrito “The Darkness Ahead: Where The Ukraine War Is Headed”. Artículo que ha sido muy comentado y que parte de una verdad que no pareciera ser tenida muy en cuenta, y es que tanto para Rusia como para Ucrania ambos representan una amenaza existencial.
De tal modo, ambos Estados (enemigos mortales) prolongarán la guerra hasta donde su existencia le permita al otro obtener la victoria, según los dictados de la guerra de desgaste (War of Attrition).
En efecto, gran parte del juego estratégico estaba en la “neutralidad” que, según Moscú, debía tener Ucrania frente al bloque Occidental de la OTAN y frente a Rusia. No obstante, esa neutralidad se rompió en 2012 y Ucrania se ha convertido en los últimos años en un miembro de facto, no de iure, de la alianza trasatlántica. Lo que produjo los temores del Kremlin y, en parte, la invasión de 2022.
Por cierto, el documental no alcanzó a captar que la tensión también se ha desplazado, en las últimas semanas, a la frontera entre Polonia y Bielorrusia. No solo porque imágenes satelitales han podido establecer que fuerzas rusas están siendo entrenadas en Obuz-Lesnovsk sino por la crisis con el Grupo Wagner que ha producido que los mercenarios se acerquen al corredor de Suwalki- una extensión de unos 70 km de longitud- que conecta a Bielorrusia con Kaliningrado, territorio ruso incrustado sobre las aguas del Mar Báltico.
Ciertamente, parte del foco de tensión está en el Mar Báltico pero no podemos perder de vista que las operaciones militares se están dando en territorios que tienen salida y proyección sobre las aguas del Mar de Azov y el Mar Negro. Aquí todo el peso geopolítico se concentra tanto en la península de Crimea como en el río Dnieper.
