Digamos las cosas como son, no seríamos seres humanos sin las palabras. Esto nos diferencia de cualquier otra especie en este planeta, de su uso ha dependido nuestra evolución, aunque nos encontremos inmersos en la cotidianidad de las pantallas, las palabras prevalecen.
La escritora Irene Vallejo, a mi juicio una de las mejores de todos los tiempos, lo dice mejor y con razón de sobra: “La salud de una sociedad se puede diagnosticar auscultando sus palabras”
Las palabras transforman, modifican y hasta manipulan la realidad. Su influencia y super poder no tiene límites. Toda la sociedad gira en torno a los efectos que producen en todas las decisiones de la vida, en lo familiar, económico, social, político, en todo y por todo.
Nuestra vida son palabras. Con ellas construimos, edificamos y proyectamos lo que hacemos o dejemos de hacer. Nos han llevado a los grandes descubrimientos, pero al mismo tiempo, a nuestras peores pesadillas como humanidad, solo recordemos a Hitler, que movilizó a toda una nación con su verbo efusivo, los convenció y concluimos en la segunda guerra mundial.
Son muchos los riesgos que se corren con el uso de una expresión, frase o sentencia que venga sobre todo de un líder. George Orwell manifestaba que el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento.
Las palabras provocan reacciones. Así lo hemos evidenciado a lo largo de la historia, la gente se moviliza por causas que previamente son impulsadas por precisas consignas. Para bien o para mal.
La palabra es la herramienta más poderosa para construir las ideas. Y las ideas dominan el entorno, el mundo y todas las circunstancias. Es todo lo que define presente y destino, construye, pero al mismo tiempo reconstruye. Nada se mueve sin las palabras, todo se mueve con ellas.
Crean o destruyen. Así de simple es la influencia de las palabras, incluso aquellas que nos decimos internamente, en nuestros pensamientos, pues de alguna forma muy enfática, marcarán lo que seremos.
El experto en comunicación Mario Alonso Puig, considera así el asunto: “Las palabras que usamos reactivan emociones, el lenguaje no solo describe, sino que crea nuestra realidad”
Ese cuento que nos vendieron desde que tenemos uso de razón, según el cual las palabras se las lleva el viento, es en absoluto falso. Las palabras son constructoras de lo que somos. Son la esencia del ser humano.
