Esteban Jaramillo

Administrador de empresas y periodista. Premio Nacional de periodismo SIMÓN BOLÍVAR. Galardón vida y obra “Orlando Sierra”. Alumno orgulloso de Juan Gossain, Yamit Amad, Guillermo Lema, José F Corredor y Javier Giraldo Neira. Experiencia en Radio prensa, tv, internet.

Esteban Jaramillo

El fútbol no es para bobos

Se afirma que el fútbol no es para bobos… Es para vivos. Se resalta la malicia, la picardía, los movimientos estratégicos que juegan a favor, que dan ventajas a la hora de competir.

El fútbol para pendejos no existe.

Ronaldinho, el mejor con la pelota, alguna vez pidió agua a su excompañero de selección Rogerio Ceni, lo distrajo  y saco provecho de un saque de banda, para asistir en un gol. No había fuera de lugar.

El portero de Australia, en el repechaje del mundial desquicio a los peruanos con sus movimientos y clasificó con su equipo a Catar.

Común era en el pasado, ver las rondas de chicas provocadoras, en los vestíbulos de los hoteles, para desconcentrar a los jugadores rivales con sus encantos.

Dibu Martínez, en la copa América, contra Colombia, desubicó con sus insultos a Davinson Sánchez y Jerry Mina en los penaltis. Fallaron los dos.

Lejano el dia, por allá en 2006 en Alemania, cuando Lehman, el portero local, tenía en la canillera las características de los cobros de los argentinos… y aprobó.

No es el arte de la trampa, como si lo es, una botella con agua envenenada, como como ocurrió contra Brasil, en el mundial del 90, cuando jugaba con argentina. Quisieron intoxicar a Branco, lateral de Brasil. 

Lo es provocar a un adversario hasta hacerlo expulsar, es ponerle vick vaporub en los ojos. Es hacerle el tacto rectal. Es pellizcarle una nalga, morderle una oreja o tocarle maliciosamente el miembro. Es producir escándalos en el exterior de los sitios de concentración para no dejar dormir a los deportistas. 

Es contaminar las comidas o las bebidas para producir intoxicaciones masivas. Es Tirar balones a destiempo a la cancha, para enredar un partido; susurrar entre protagonistas la posibilidad de pactar un empate, como ya ocurrió en la eliminatoria entre Colombia y Perú. 

Es influir en las equivocaciones del árbitro con golpes inexistentes y lesiones fingidas para perder tiempo. Es lanzarse al piso cuando lo van a sustituir o en las finales de los partidos cuando los porteros sin razón alguna se desvanecen. Es el futbol anti ético que se debe castigar.

Roberto Rojas portero chileno se infligió un corte en rostro con una cuchilla, con la idea de ganar el partido contra Brasil, en el escritorio. 

Se argumentó hace poco, en la final de la liga colombiana que, por una toalla sustraída por un recogebolas, ganó el título Millonarios.

O por la publicitada participación de un analista de video, que dio características de cobro de su rival a Montero, guardameta del campeón.

Es la extrema superficialidad analítica para desconocer la legitimidad del triunfo, el esfuerzo de los jugadores y el entrenador, o para justificar los cobros sospechosos del perdedor. 

Me quedo con las botellas y las toallas. Mucho mejor que bombas, metralletas, muertes o amenazas, como ocurría hace treinta años, cuando al futbol lo cercaba una sangrienta la rivalidad entre carteles.

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Esteban Jaramillo
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