Tremendo alboroto que armó la gran prensa y los grandes columnistas, amén de los grandes caricaturistas, por el discurso del presidente del Senado, Ernesto Macías, en el acto de posesión del presidente Iván Duque. Lo que la mayoría de los invitados aplaudió resultó una descortesía, por decir lo menos, para una prensa que ya comienza a añorar al gobierno de Juan Manuel Santos. Y no es para menos. Si hay un periodismo cooptado es el que rodeó al presidente saliente. Santos es exdueño del periódico del que su cuñado Roberto Pombo es el Director, tío de Alejandro Santos, el director de Semana, amigo de los noticieros a los que les otorgó a dedo un canal público que por ley es para espacios arrendados, a los que se embolsilló por haberse comprometido a jugar el papel de altoparlantes del famoso acuerdo de paz de La Habana.
Una gran prensa que desde ya deja ver que será la piedra en el zapato del presidente electo porque sus candidatos, inicialmente Humberto de la Calle y en segunda vuelta, Gustavo Petro, perdieron. Una gran prensa que pertenece a los dictados de los grandes poderes económicos y políticos que se la habían jugado en paro contra el que propusiera el expresidente Alvaro Uribe Vélez y a los que se les coló finalmente el que dijo Uribe. No la va a tener fácil el ahora presidente Iván Duque porque columnistas, caricaturistas y propietarios de los grandes medios no van a descansar hasta tanto no logren de cualquier manera algo que comenzó como un sueño y ya casi va camino de la obsesión, que Duque traicione a Uribe. Ahí manecen, decían las campesinas cuando sus contradictores le apostaban a lo que ellas no visualizaban.
Lo cierto es que esa prensa polarizada y polarizante ha comenzado por hacerle la guerra frontal al presidente del Senado porque lo considera vulnerable. Como Macías es un provinciano sin mucho pedigree se han gastado lo más granado de sus aparatos para urdir intrigas y teledirigir pesquisas con el fin de tratar de encontrar que el senador se robó el título de bachiller y quién sabe cuántos cartones más. Ignoran que en el uribismo se premia la lealtad y que los pergaminos y los grandes apellidos no son el principal atractivo a la hora de elegir sus representantes, contrario a lo que ejercen por costumbre y tradición los apellidos aristócratas bogotanos y los repitentes bien acomodados que creen que su lugar en la historia es eterno. Macías, como en la película Desde el jardín, a veces ni se entera de que ahora es un blanco.
El hecho es que se han esforzado para producir espectacularistas titulares que insinúan que una cosa piensa Macías y otra quien creen que lo debería enjalmar. Pero la realidad es que si se lee la letra menuda los discursos son lo mismo. Duque dice que no va a hacer trizas los acuerdos pero que no habrá impunidad y Macías dice que no habrá impunidad pero que no se van a hacer trizas los acuerdos. Duque dice que va reducir el gasto público y Macías dice que no se debe seguir con el derroche. Duque dice que no untará mermelada y Macías dice que el país que recibe Duque está untado de mermelada hasta el cogote. Duque dice que acabará con el crimen organizado y Macías dice que en los últimos 8 años ha crecido el narcotráfico y las bacrim. Duque dice que el narcotráfico no va a ser delito conexo al político y Macías también.
Lo que no parece haber gustado definitivamente es que el presidente del Senado pidió que la Fiscalía acelerara la investigación de Odebrecht en lo que respecta al ex presidente Juan Manuel Santos, ni que se haya explayado en elogios al expresidente Álvaro Uribe, pero de ahí a encontrar dos líneas de conducta diferentes parece ser pura ilusión. Duque no va a transar con la corrupción y Macías le pide que saque al país del socavón en el que lo dejó santos.
Por otro lado, en lo que parecen concentrarse las críticas al presidente del Senado es en las formas. Y es probable que sea cuestión de estilos, pero que ningún santista se equivoque, de fondo existe la misma percepción frente a lo que a juicio de ambos son los desaciertos de Santos. Y es apenas lógico son ambos uribistas y ambos impulsados por Uribe.
O sea que es un desgaste inútil tratar de encontrar contradicciones o fricciones en el seno del uribismo respecto de Santos. Es probable que uno tenga una táctica más apaciguadora y que el otro tenga una más aguerrida pero de fondo ambos piensan que en Colombia no ha existido guerra civil y que para hacer la paz no había que acabar con las instituciones, que los colombianos han sido víctimas del narcoterrorismo y que las disidencias son la combinación de todas las formas de lucha de la guerrilla. Y ambos piensan que hay que sacar adelante una reforma a la justicia en la que ojalá se disminuya la burocracia estatal y se genere mayor eficiencia en la ruta procesal. Y no es claro que los dos no coincidan en que lo que hay que impulsar sea una sola corte poderosa en lugar de tantas cortes con debilidades.
Quizás en las mentes más pensantes del Centro Democrático haya surgido la idea de que lo que hay que hacer tácticamente es poner a pensar a los contrarios en que existen dos mensajes, pero con el claro propósito de que en el fondo sea el mismo, algo así como lo que se ve que en las películas americanas que puede funcionar con quienes no colaboran, la cara amable que seduce, por un lado, y la cara dura que presiona por el otro. O puede ser probable que en el fondo consideren válido que la unidad que propone como pacto el presidente Duque vaya de la mano de la lucha política. O sea que desde el punto de vista dialéctico la unidad lleva implícita la lucha, como única condición para que el pacto de unidad no sea pegado con babas. Amanecerá y veremos pa' que se acabe la vaina.
