A Iván Duque le ha correspondido sacar al país del atolladero. Este reto lo ha asumido a su manera y, aunque todavía estamos patinando en el fango, se siente que pronto pisaremos terreno firme. Como es normal en una situación tan compleja son muchos los que, en lugar de dar una manito, se empeñan en enardecer los sentimientos de los colombianos con sus críticas, justas en algunos casos pero muy malintencionadas en otros.
Tenemos que ser conscientes del privilegio de disfrutar de este periodo navideño como pocos en la región, supimos elegir en las urnas correctamente entre dos opciones opuestas y eso definió la ruta hacía la recuperación y el progreso. ¡Cómo sería esta Navidad si no se hubiese impuesto la cordura! Por el contrario, en algunos países latinoamericanos las decisiones políticas fueron desafortunadas lo que los ha llevado a estar metidos hasta el cuello en el barro como es el caso de Venezuela, o entrando en esos terrenos fangosos como ocurre en el México de AMLO y la Argentina peronista. A pesar de que la amenaza contra la democracia en América Latina es generalizada, con una raíz claramente identificable en el castrochavismo, no ha sido posible enfrentarla de manera conjunta por los gobiernos víctimas de sus ataques. El poder desestabilizador de Cuba ¡quién lo creyera! sigue estando activo. Para contrarrestarlo se requiere de un liderazgo regional y dirigentes como Iván Duque son los llamados a asumirlo.
Se presenta un interrogante: ¿Cómo un líder con tan poca aceptación, según las encuestas realizadas en su país, podría estar a la cabeza de un movimiento regional que pueda enfrentar esa amenaza? Voy a intentar una respuesta siguiéndole el hilo de engaños con la que se ha tejido la red de impostura reflejada en las encuestas.
Comencemos por la falacia de hacernos creer en la imposibilidad de cualquier forma de liderazgo desde la derecha. Un ejemplo lo podemos ver en Álvaro Uribe con el que han acudido a todas las maquinaciones posibles para destruir su imagen pero resulta que, aunque las encuestas lo pongan por el piso, sigue siendo el líder de muchos de sus compatriotas. Similares situaciones han vivido Bolsonaro en Brasil, Guaidó en Venezuela y el mismo Duque en Colombia. La izquierda, encabezada por personajes de tan baja condición -es sólo ver lo que es un Evo, un Petro o un Correa, por no mencionar a Maduro ni a Ortega ni a Castro-, se empeña en destruir la imagen de los verdaderos lideres.
El segundo se elabora a partir de marchas, manifestaciones, paros y cuanta cosa, para hacer creer que un grupo de inconformes, acompañado de vándalos, representa al pueblo y sus justas reclamaciones. Con esto crean un clima de zozobra que genera el descontento generalizado con el presidente y su gobierno.
El tercero es el de orquestar una campaña mediática. La impostura que se construyó con unos medios comprados, se mantiene alimentada con verdades a medias y mentiras evidentes con las que pretenden destruir cualquier posibilidad de un liderazgo claro.
El cuarto y fundamental es el que pretenden mostrar las encuestas con aires de verdad científica. Estas son, por lo general, contratadas por los mismos medios que han participado en la campaña mediática de desprestigio contra los líderes de derecha.
El presidente Duque tiene toda la razón al decir que no gobierna para las encuestas sino para los colombianos, así pretendan algunos que las encuestas son la voz del pueblo. Considero, así parezca contradictorio, que el liderazgo de Iván Duque se ha venido fortaleciendo mientras que en las encuestas va de mal en peor. Son dos rutas distintas, la del liderazgo a partir de hechos y la de las encuestas a partir de imposturas. Además, el liderazgo de Duque tendrá que traspasar las fronteras para que no volvamos a caer en el atolladero… si salimos de este.
