Lo que nos merecemos

Nos hemos acostumbrado a escuchar que “cada pueblo tiene los gobernantes que se merece” -frase atribuida a Wiston Churchill-, mientras olvidamos que en una democracia "cada pueblo tiene los gobernantes que permite" -frase de la joven mártir de la resistencia alemana, Sophie Scholl-. Con la primera sentencia estamos condenados a que se nos identifique con el gobernante de turno aunque detente su poder sin el consentimiento de las mayorías o haya ascendido a él a partir del engaño y la traición. En cambio, con la segunda sentencia somos culpables solamente si, por descuido de nuestros deberes democráticos, permitimos el ascenso de quienes no alcanzan la dignidad para dirigir el destino de la nación o, por otro lado, no revocar el mandato a aquellos que claramente han demostrado su incapacidad de gobernar y utilizan el poder para su propio beneficio. Hoy, 25 de diciembre, me siento a escribir esta nota aprovechando el receso de dos días que me ha dado mi hija en el rodaje de un documental que está realizando en mi taller. Este tiempo del rodaje ha sido de introspección, casi como un retiro espiritual, en el que la observación y la reflexión se intensifican mientras me ocupo del cuadro que es el centro de este documental. Por lo tanto, en esta ocasión he vivido de manera especial las celebraciones de la Navidad, el evento más importante para el mundo cristiano, permitiéndome cierta distancia ante tanto conflicto por el que estamos pasando los colombianos en la hora actual, pero sin dejar de tenerlos muy presentes en cada una de mis reflexiones. Particularmente en la Navidad nos complacemos en la alegría pero miramos con intenso dolor las injusticias que inexplicablemente siguen prevaleciendo en pleno siglo XXI, anhelando tener una mayor consciencia de nuestra misión, a diferencia de otras fechas de receso en las que priman la fiesta y el olvido. En esta oportunidad Álvaro Uribe ha dado a los colombianos un motivo de reflexión que puede llevarnos a encontrar la claridad de lo que realmente está ocurriendo en el país: la denuncia del caso de corrupción más grande en la historia de Colombia y tal vez del mundo entero. Gracias a la filtración de información de los computadores de Palacio podemos conocer de manera detallada cómo se conformó el Cartel de la Reelección. ¿Por qué justo en estos festivos salen a la luz estas revelaciones? Tal vez sea coincidencia pero de esas que nos hacen estar más atentos al juego que nos propone el destino antes de hacerse historia. La trama de los hechos brinda la posibilidad de adelantarnos a la tragedia permitiéndonos dimensionar la magnitud de ella y actuar antes de que se desencadene irremediablemente. ¿Cuántas veces hemos dejado escapar la opción que nos da la vida de definir nuestro destino y alterar las consecuencias que podrían traer sufrimientos por años y años? Como individuos, y como país, hemos sido testigos de esos descuidos tan costosos que nos terminan desviando del camino y llevando a callejones sin salida. Aunque Colombia está habituada a este tipo de revelaciones -por ejemplo el Proceso 8.000 o los computadores de Raúl Reyes y de Chupeta en dónde los malhechores llevaban con cuidadoso orden todas las cuentas y registraban cada nombre-, los que salen a la luz con los computadores de Palacio sobrepasa todos los límites. El presidente junto a sus ministros y la gran mayoría del congreso, hicieron del país fiesta con la complicidad de los grandes medios que, embotados por tantas dádivas, han perdido toda independencia mostrándose cada día más descaradamente manipuladores y tendenciosos y quieren hacerse ahora los de la vista gorda despreciando la gravedad de este asunto y faltando a la ética de su oficio. Esto dará mucho que hablar y sus consecuencias son inimaginables pero estoy seguro de que la historia será implacable frente a esta atrocidad y frente a la manera como los colombianos la enfrentemos, si con cobardía o con la valentía que nos permitirá dejar de ser un pueblo cuestionado en el mundo al ser identificado con quienes detentan el poder ya sea desde el Estado o desde la criminalidad. Quienes conforman actualmente el aparato estatal se han instalado cómodamente, a partir de mentiras y fraudes, en todos los lugares de poder aferrándose a él de tal manera que se requerirá del esfuerzo de millones de compatriotas para arrancarles la presa y de esta manera poder iniciar la reconstrucción del país que quedó interrumpida en estos tres años largos. Con orgullo de huilense agradezco a Ernesto Macías su valor para sacar a la luz pública este caso que es tan sólo comparable a los que se han visto en regímenes, tanto de la izquierda como de la derecha, que se aferran al poder para que sus actividades ilícitas se mantengan en la impunidad. Del Huila también nos llegan noticias esperanzadoras a través de la divulgación de una encuesta que muestra cómo con un 35% las listas del Centro Democrático se imponen en un departamento que le debe mucho a Álvaro Uribe y que ha sido un gran damnificado durante décadas de los grupos terroristas y, en los tres últimos años, de la desidia y corruptela del gobierno. Es de destacar en la divulgación y análisis de estas denuncias a La Hora de la Verdad de Fernando Londoño quien cada vez nos entrega editoriales que estremecen, aun cuando la pauta oficial ha venido a infiltrarse en su programa muy recientemente. Los colombianos debemos tener los gobernantes que nos merecemos y no permitir que el país vuelva a caer en los vicios del pasado con los que lo único que ha recibido es atraso y pobreza. Este es el momento de colocarnos en el lugar que nos corresponde y aprovechar esta oportunidad que nos brinda la historia para empezar a construir el país que soñamos con una verdadera paz fruto del progreso, la justicia y la igualdad.