¿Quién no quiere a Cuba?

Mar, 02/10/2012 - 02:24
Circula en estos días en la Red un alegato musical de dos músicos cubanos residentes en Miami, sobre el origen de la salsa. Independientemente del valor artístico -que lo tiene y mucho- el video ti
Circula en estos días en la Red un alegato musical de dos músicos cubanos residentes en Miami, sobre el origen de la salsa. Independientemente del valor artístico -que lo tiene y mucho- el video tiene, además, la virtud de integrar músicos de dentro y de fuera de Cuba, cosa bastante meritoria dado el nivel de encono que existe entre los cubamos de la isla y los del exilio. Baste recordar que hace apenas unas pocas semanas, a las emisoras del país se les ha permitido por primera vez poner la música de cantantes como Celia Cruz o Gloria Estefan. Hace unos años, el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Roberto Robaina, a quien conocí en Honduras cuando asoló aquel país el huracán Mitch, me dijo: “el problema de Cuba son los cubanos de dentro y los cubanos de fuera, y es entre estos dos bandos únicamente en donde está la solución”. Mucha gente suele poner a Estados Unidos en el centro de las tensiones con Cuba y la verdad es que cada vez que un presidente norteamericano ha querido hacer un movimiento que rebaje la presión a esa caldera de medio siglo, el lobby cubano de Miami es el primero en protestar y procurar que las cosas sigan como están. Por supuesto que los norteamericanos aportan cada que pueden su granito de arena al desencuentro, pero jaleados casi siempre por cubanos de fuera. No todos, también hay que decirlo. El caso de Cuba en este sentido tiene muchas similitudes con lo que fue España hasta 1975, año en que murió el dictador Francisco Franco. Cuando dentro de España alguien hacía alusión a alguno de los históricos dirigentes comunistas que se encontraban en el exilio como Santiago Carrillo o Dolores Ibarruri, Pasionaria, la gente bajaba la voz no fuera a ser que aquellos nombres olorosos a azufre llegasen a aguzados los oídos de la policía secreta. El encono entre los españoles de dentro y los de fuera era brutal. A la muerte de Franco, los comunistas tuvieron la sensatez de admitir unas cuantas condiciones, reconocieron la monarquía y entraron a participar en política pasando por el examen de las urnas en una democracia parlamentaria. Pero hubo que hacer encajes y filigranas muy finos para que no corriera la sangre. Esto es lo que tendría que pasar entre los cubanos de dentro y los cubanos de fuera a la muerte de Fidel Castro, que es quien sigue mandando verdaderamente en la isla. Uno pensaría que será así, pero admito que estamos hablando de un futurible tan incierto y azaroso que cualquier cosa puede suceder. Hasta en esto es Cuba el país más hispánico de América. Antes de morir Franco, con el príncipe Juan Carlos como su heredero, el dictador dijo: “lo dejo todo atado y bien atado”. ¡Si levantara la cabeza!. Castro no ha dicho lo mismo, pero lo ha dado a entender al entregar los bártulos a su hermano. ¿Qué pensará Fidel cuando ve el caso de un país tan cercano a Cuba como España, al ver que los designios de su dictador volaron en mil pedazos? Pensará acaso, "¿y si aquí pasara lo mismo?"¿En qué manos quedará el encaje y filigrana cubanos para que no corra sangre? Siendo corresponsal en Centroamérica y el Caribe, conocí en La Habana en una reunión social, un personaje interesante que me sembró un inquietud aún latente. Era una mujer de mediana edad, brasileña de origen cubano pues, de hecho, vivía aún su abuela en La Habana. De profesión traductora jurada de tribunales en Berna no tenía la señora aspecto de ser una charlatana o una pintada en la pared. Su conversación era amena y culta y su trato nada extraño al mundo diplomático. Cuando entramos en algo más de confianza, me preguntó con toda la cautela del mundo si yo sabía algo de lo que le había hablado por aquellos días, un diplomático francés. Según mi interlocutora de esa tarde,  en círculos diplomáticos corría el rumor de que Fidel Castro había comentado que en caso de que a su muerte hubiese un enfrentamiento entre cubanos, el príncipe Felipe de España hiciese de hombre bueno, de mediador entre los dos bandos.  No se trataba, por su puesto, de una interferencia en los asuntos cubanos sino de una especie de amable componedor. Nunca había oído nada semejante hasta ese momento y así se lo manifesté a aquella señora. Pero, viéndolo bien, nadie más adecuado para una hipotética labor del género. Y como lo oí lo cuento. Entonces, como complemento a esta pequeña historia, recuerdo también la confidencia de un diplomático español después de la Cumbre Iberoamericana celebrada en Panamá en noviembre de 2000.  Según la versión de aquel embajador, en una conversación informal, Castro se había dirigido al Rey Juan Carlos y, con el lenguaje directo y nada alambicado que lo caracteriza, le preguntó qué hacía el príncipe. Cito de memoria pero la pregunta fue algo así como: “Oye, y ese hijo tuyo tan alto, tan guapo y bien plantado, ¿para que sirve?” El trato que oí incluía el tuteo. ¿Y si….? Cierto o no, el ideal sería que no hubiese necesidad de mediadores entre cubanos a la muerte de Fidel. Y qué bueno sería que iniciativas como ésta de Miky Chevalier y Livan Trujillo fuesen el preludio del entendimiento entre los hermanos de Cuba. Porque, ¿quién no quiere a Cuba? Creo que en aras de ese entendimiento hasta los caleños estarían dispuestos a admitir que La salsa es de Cuba. Disfruten de esta joya. http://www.youtube.com/watch?v=MppXEs2jEEE&feature=player_embedded
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