Oslo digo

Mar, 16/10/2012 - 06:59
Con atentados en Arauca y Caquetá el fin de semana,  -previo a las conversaciones de paz en Oslo-, las FARC abrieron por anticipado un nuevo capitulo en su show que ya completa cincuenta años.

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Con atentados en Arauca y Caquetá el fin de semana,  -previo a las conversaciones de paz en Oslo-, las FARC abrieron por anticipado un nuevo capitulo en su show que ya completa cincuenta años. Y es que esta nueva detestable e infantil faceta de estrellas, sin ordenes de captura, con madrina abordo, que incluye un show mediático en medio de la más despreciable practica de negociar y chantajear la paz con las víctimas del secuestro, los han acompañado de comunicados risibles donde afirman no tienen secuestrados y se declaran en contra del secuestro. Las Farc no escuchan a nadie, son unas vedetes sordas que creen estar por encima de cualquier cosa (al estilo Paris Hilton pero con armas) y en medio del rechazo mundial siguen cometiendo todo tipo de atrocidades, así en la Habana hayan montado un show donde se hable de paz. Ignoran el llamado de un pueblo que ya se volcó a las calles a decirles “no más terrorismo infame”. Y me atrevo a decir que no escuchan a sus propios descendientes. Si es verdad que los hijos de Cano, Timochenko y compañía se pasean por Europa y estudian en prestigiosas universidades, dudo que estén de acuerdo con la idea de sus padres de “luchar por la justicia social” derramando sangre en los montes de Colombia y condenando a miles de jóvenes, soldados y guerrilleros, a una muerte temprana que apaga los sueños e ilusiones de familias completas. Ésta actitud de estrellas de show, de niños malos y conocidos del salón, de vedete que camina sin mirar ni escuchar, se complementa con el madrinazgo sobre el conflicto de la ex senadora Piedad Córdoba. A Piedad no la creo parte del conglomerado Farc EP, pero si le debo refutar su actitud sumisa frente a las ambiciones de la insurgencia. Su obsesión por querer encarnar a Gandhi, con turbante, en los andes y abrazada al comandante Chávez, la ha llevado a ser, de pronto sin querer, una especie de manager nacional e internacional de las del show de las Farc. No existe un conflicto civil en Colombia. Existen profundas desigualdades sociales que no se han podido combatir como se quisiera, porque unos criminales con pinta de estrellas y viven su propio show, han obligado a que el presupuesto de la nación se invierta en gran parte en armamento militar. Colombia exige la paz a las Farc por encima de su delirio de estrellas, con show frente al mar de la Habana o en su sede alterna de Oslo, no es un favor ni un autógrafo en el papel de un acuerdo que el viento se puede llevar.  
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