Quienes creemos en una sociedad que respeta la “libertad de expresión y difusión de pensamientos y opiniones”, como cualquier sociedad moderna, quienes no tememos a la democracia en el más amplio sentido de la palabra, quienes aceptamos la presencia de las humanidades en nuestras vidas, quienes creemos en la importancia de la imaginación, la creatividad y el pensamiento crítico en la educación, preferimos el diálogo, el debate y el disenso como formas saludables de reconciliarnos social y políticamente con los otros.
En una democracia, la opinión es la comunicación pública del pensamiento crítico sobre determinados temas. Para que exista, la opinión se sustenta en unos pilares: un sujeto que la construye, la escribe y la comunica (un ciudadano, un periodista, un escritor), un medio de comunicación, generalmente independiente, que la hace pública (un periódico, una revista, un blog), un tema de carácter público (la corrupción, la paz, las víctimas), unos argumentos (ejemplos, autoridades, fuentes) y una audiencia crítica que la discute y la interpreta (por lo general, unos lectores). La opinión en una democracia, por más imperfecta que esta sea, se apoya en estas cinco columnas.
En las sociedades modernas el ejercicio libre del pensamiento crítico generalmente está asociado a la prensa y al periodismo, por tanto, han sido los periodistas los principales sujetos de la opinión. Sin embargo, cualquier ciudadano tiene el derecho a expresar libremente sus opiniones sobre los temas de interés público, aquellos que no solo lo afectan a él, sino a la sociedad.
Como el pensamiento crítico es una actividad que se funda en la argumentación, el estudio y conocimiento de esta ciencia en el colegio y la universidad, les permite a las personas construir argumentos y reconocer falacias, con el propósito de participar activamente de la vida democrática usando la razón, ya que no es sostenible una democracia a punta de sofismas.
Cuando el ciudadano opina, utiliza argumentos para estar de acuerdo o en desacuerdo con otras opiniones, acciones o temas públicos y crea consensos, critica excesos o refuta ideas. Argumentar es un ejercicio clave en sociedades acostumbradas a sofistas y tiranos que se valen de artimañas retóricas para simular y ocultar la verdad. En una discusión civilizada, entre iguales, no vence el más fuerte, el más rico o mejor vestido, sino el que expone los mejores argumentos.
La crítica y la opinión se ejercen solo en una democracia pluralista. Opinar, aquella capacidad que los ciudadanos tenemos para generar argumentos sobre lo público, es un derecho que está del lado del interés general. Una sociedad que acepta la crítica es políticamente saludable. Podrá padecer otras enfermedades, pero cuando acepta el diálogo inteligente, evita la muerte innecesaria de sus ciudadanos.
En las sociedades modernas el ejercicio libre del pensamiento crítico generalmente está asociado a la prensa y al periodismo, por tanto, han sido los periodistas los principales sujetos de la opinión. Sin embargo, cualquier ciudadano tiene el derecho a expresar libremente sus opiniones sobre los temas de interés público, aquellos que no solo lo afectan a él, sino a la sociedad.
Como el pensamiento crítico es una actividad que se funda en la argumentación, el estudio y conocimiento de esta ciencia en el colegio y la universidad, les permite a las personas construir argumentos y reconocer falacias, con el propósito de participar activamente de la vida democrática usando la razón, ya que no es sostenible una democracia a punta de sofismas.
Cuando el ciudadano opina, utiliza argumentos para estar de acuerdo o en desacuerdo con otras opiniones, acciones o temas públicos y crea consensos, critica excesos o refuta ideas. Argumentar es un ejercicio clave en sociedades acostumbradas a sofistas y tiranos que se valen de artimañas retóricas para simular y ocultar la verdad. En una discusión civilizada, entre iguales, no vence el más fuerte, el más rico o mejor vestido, sino el que expone los mejores argumentos.
La crítica y la opinión se ejercen solo en una democracia pluralista. Opinar, aquella capacidad que los ciudadanos tenemos para generar argumentos sobre lo público, es un derecho que está del lado del interés general. Una sociedad que acepta la crítica es políticamente saludable. Podrá padecer otras enfermedades, pero cuando acepta el diálogo inteligente, evita la muerte innecesaria de sus ciudadanos.
